Esta semana he leído una leyenda Etíope y casi prefiero que
lo leáis vosotros y saquéis vuestros propias conclusiones, a mi personalmente
me ha dado que pensar.
Una leyenda etíope cuenta la historia de
un hombre y de una mujer, ambos viudos, que la vida les abrió la puerta del
encuentro, se enamoraron y se casaron. La alegría de la mujer fue grande cuando
se fue a vivir a la casa del nuevo marido y vio que su compañero de ruta y
estaciones tenía un hijo.
Pero el niño todavía lloraba la muerte
de su madre y se mostraba hostil con la madrastra, rechazando sus afectos.
Rehusaba su cocina, rasgaba su costura y se apartaba de su bondad y sus
atenciones. La excluía completamente y ni siquiera le hablaba. Transcurrido un
tiempo, la mujer, llena de decepción y tristeza, fue a buscar la ayuda de un
hechicero que vivía en una colina cercana.
-¿Por favor, prepárame una poción de
amor para que mi hijastro me quiera- suplicó la mujer desesperada.
-Puedo preparártela –le contestó el
hechicero- pero los ingredientes son muy difíciles de obtener. Debes traerme
tres pelos del bigote de un león vivo.
La mujer imploró diciendo que aquello
era imposible, que sería devorada, pero el hechicero insistió en que era la
única forma.
Se fue afligida pero dispuesta a no
abandonar. Con el nuevo día cogió un cuenco, con mucha comida y se dirigió a un
lugar donde vivía un gran león. Y esperó. Pasado un tiempo, lo vio venir. Al
oír su rugido, dejó caer el cuenco y huyó.
A la jornada siguiente, fue otra vez a
la morada del león con más comida, esperó a que apareciera y dejó el cuenco
antes de irse.
Cada día le dejaba más cerca la comida y
esperaba un poco más antes de irse.
En una ocasión decidió esperar a que el
león comiera la carne para mirarle desde la distancia. Otro día se puso lo
bastante cerca como para poder oír su respiración y, al cabo de un tiempo, se
acercó tanto que podía olerlo. Cada vez le decía palabras suaves. Después de
mucho, mucho tiempo, ya podía quedarse cerca de él mientras comía.
Y llegó el momento en que el león se
mostró tranquilo en su presencia; se estiraba y dejaba que le acariciase su
pelaje, ronroneando feliz. La joven mujer decidió que entonces podía cumplir
con su propósito. Mientras acariciaba la espalda y la cabeza de la bestia,
hablándole suavemente, tomó tres pelos de su bigote sin que lo notara.
-Gracias, querido amigo -le dijo- y se
fue derecha a la cabaña del hechicero, quien se mostró encantado de que le
hubiera traído, al fin, los ingredientes mágicos.
-Aquí tienes, te he traído los pelos de
un león vivo –anunció- y los entregó al hechicero, que estaba sentado fuera de
su cabaña frente al fuego.
En efecto, los tienes -dijo el
hechicero, sonriendo, mientras examinaba los tres pelos- E inmediatamente, y
ante la mirada atónita de la mujer, los tiró al fuego.
-¿Pero, que has hecho? -le gritó ella-
Eran para la poción de amor que quería que hicieras. ¿Puedes imaginarte qué
difícil ha sido para mí obtenerlos? Me ha llevado meses ganarme la confianza
del fiero león.
-¿De verdad crees que el amor y la
confianza de un niño pueden ser más difíciles de obtener que los pelos de una
bestia salvaje? -Le preguntó a la mujer- Vete a casa y piensa en lo que has
logrado.
La mujer comprendió. Reconoció su
hazaña, su espera paciente a lo largo de los meses y sus intentos graduales de
acercarse al león. Ella misma había cambiado durante el intento.
Ahora la aproximación a su hijastro
sería diferente. Espero, segura y confiada, se acercó a él, poco a poco,
respetando su ritmo y su territorio, sin invadirle y sin, por eso, dejarlo por
imposible. Tras un tiempo, el niño la aceptó como su madre y la dejó entrar en
su corazón.
(Fuente: Cuento tradicional de Etiopía contado
por Piero Ferrucci y Vivien Reid).
Lo comentaría pero creo que
está todo dicho.
La semana que viene más.
El cariño de un niño hay q ganarse día a dia
ResponderEliminarEl cariño de un niño hay q ganarse día a dia
ResponderEliminar